En medio de una multitud, una mujer que había estado sufriendo de hemorragias durante doce años se acercó a Jesús. Creía que si tan solo tocaba su manto, sería sanada. Cuando lo hizo, inmediatamente fue curada. Jesús, reconociendo la fe de la mujer, le dijo: “Hija, tu fe te ha sanado. Vete en paz y queda sana de tu aflicción” (Marcos 5:34). Esta historia nos enseña que la fe sincera y valiente puede llevar a la sanación y a la restauración.

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