Daniel, un hombre de profunda devoción, fue lanzado al foso de los leones por continuar orando a Dios a pesar de una prohibición real. Durante toda la noche, Dios cerró la boca de los leones, protegiendo a Daniel. Al día siguiente, fue encontrado ileso y el rey Darío reconoció la grandeza del Dios de Daniel. Esta historia destaca la importancia de la perseverancia en la vida espiritual y la confianza en la protección divina.

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